Una de mis recetas favoritas, y que sin duda he preparado en varias ocasiones, son los alfajores. Los hay de muchos tipos y tamaños a lo largo de Latinoamérica, y es de esos postres que se disfrutan mejor sin que a uno le hablen, dado que amerita la concentración para percibir tan delicada textura y delicioso sabor.
Hablemos de sus orígenes, y estos se remontan al periodo virreinal y colonial en Latinoamérica. Si bien, claramente provienen de España y llegaron de este lado del planeta gracias a la conquista, es un postre que ha viajado a lo largo de nuestra región y que se ha adaptado a los ingredientes autóctonos de los países que visita, añadiéndose un sello distintivo de cada país al que pisa.
Los hay desde los chilenos, que están hechos de una galleta más bien firme y crujiente; los peruanos, que suelen llevar una capa de azúcar impalpable en la tapa superior; los mexicanos, que no olvidan el maíz y el piloncillo; y los colombianos que están formados con su característico arequipe.
Viajemos directamente a Argentina, dado que de ahí provienen la mayoría de las variaciones, y cuenta con un consumo que asciende a millones de piezas por año ya que es muy fácil encontrarlas disponibles en sus bien llamadas góndolas. Solamente de Argentina, quisiera hacer énfasis en tres recetas que llaman mi atención por ser las más consumidas y comercializadas de manera industrial: los alfajores marplatenses o de Mar de Plata, en donde se dispone de dos o tres tapitas de esta preparación, unidas por el clásico dulce de leche de la región, para después ser bañadas de una gruesa capa de chocolate semiamargo o blanco. Luego tenemos los alfajores santafesinos o de la región de Santa Fe, los cuales cambian un poco su estilo teniendo como base tapitas más bien hojaldradas unidas por el dulce de leche y bañadas con un glasé de azúcar impalpable.
Por último, he decidido explicarles nuestra preparación estrella, los alfajores de maicena. Estos alfajores se componen exactamente por las mismas dos tapitas de la masa, o tres, si queremos pecar de indulgentes, que después se unen por el dulce de leche. La diferencia es que su textura es sumamente suave, no termina de ser una galleta, pero tampoco es un mazapán. Los cítricos que se le unen causan un perfume excepcional al resto de la preparación y contrastan magistralmente con el dulce de leche.

Para maridarlo yo recomendaría hacerlo con un buen vino blanco como lo es el Chardonnay por su gran contraste con el dulce de leche.
También podemos acompañarlo con un té Earl Grey que aporta este gran sabor a Bergamota con las propiedades del té negro. Estos dos debido a su notable acidez frente al carácter dulce del alfajor.
Espero que disfruten esta receta tanto como yo, porque no sólo es un postre delicioso, sino que es una excelente forma de convertir una preparación en algo que tenga nuestro propio sello.
INGREDIENTES
100g mantequilla sin sal
100g azúcar glass
Ralladura de 1 limón o naranja
1 cda de esencia de vainilla
1 cda de ron, vodka o cognac
1 pizca de sal
6 yemas de huevos
1 lata de dulce de leche
260g de fécula de maíz
70g de harina de trigo
1 cda de polvo para hornear
100g de coco rallado o nuez
molida
MATERIALES
1 Bowl
Batidora
Rallador
1 charola
Papel encerado o tapete siliconado
1 rodillo
Cortador para galletas redondo
Plástico film
Horno
PROCEDIMIENTO
Acremar la mantequilla con el azúcar glass.
Integrar ralladura de limón, esencia de vainilla, cda. de ron o vodka y seguir batiendo.
Incorporar una a una las yemas de huevo y batir.
Agregar los ingredientes secos (harina, fécula de maíz y polvo para hornear).
Batir hasta obtener una mezcla homogénea.
Meter al refrigerador por 1 hora o 25 min al congelador.
Llevar al horno a 180°C por 15 a 20 minutos.
Rellenar con dulce de leche creando un sandwich.
Cubrir las orillas del alfajor con nuez picada o coco rallado.
¡Disfrútalo acompañado de lo que más te guste!
Eje Gourmet
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